lunes, 21 de enero de 2008

Los orígenes peronistas de la humanidad

Existen en nuestra región no pocos traidores que claman por una renuncia a nuestros derechos como rioplatenses, y que se abocan en una “identidad latinoamericana” que nos defina a todos como miembros de un mismo grupo étnico con características, intereses y orígenes comunes.
Nada más absurdo y simplista que semejante pretensión, pues un enfoque como este estaría dejando de lado las diferencias étnicas y dialectales que existen y son perfectamente palpables al comparar los grupos poblacionales distribuidos a lo largo de este vasto territorio latinoamericanista. Es tanto en factores fenotípicos como en los factores culturales en los que podemos ahondar para así establecer una serie de supuestos que nos ensalcen por encima de los demás americanos, pueblos del norte, seres inferiores en todo aspecto y con rasgos culturales propios de un salvajismo insertado en lo más hondo de sus almas.
¿Y qué mejor para defender esta posición que hacer énfasis en el peronismo en tanto factor identitario en nuestra región? Basta con realizar una simple evaluación superficial para darnos cuenta de que el alma peronista está presente dentro de cada rioplatense, en contraste con los demás pueblos americanos, que alaban a figuras como San Martín o Bolivar, haciendo gala de una necedad y terquedad crecientes que pretenden situarlos al mismo nivel que los que somos originarios de la región del Río de la Plata. Comparar próceres de este tipo con héroes como el General es una empresa tan ciega como ignorante, y que merece ser castigada con el más acentuado desprecio.
Pero más allá de estas obviedades verificadas por el curso de la historia, podemos incluso aventurarnos en las bases de la evolución biológica unilineal para darnos cuenta de que todos los hombres son descendientes de Juan Domingo Perón, y que las formas físicas se han ido adaptando según las necesidades climáticas que se han venido sobreviniendo en todos estos años. Desde luego que al norte existen climas diferentes, que han propiciado que la forma humana ideal se vea tergiversada y deformada, dando lugar a los más asquerosos especimenes vulgares y contrahechos, dignos también de una profunda y marcada ignorancia (visible sobre todo en Latinoamérica) que o desprecia nuestra condición superior por envidia, o bien la intenta igualar, procurando introducirnos en una misma categoría que les haga lugar a ellos, olvidando que el origen ha sido uno solo, y que sólo los ancestros de este reciente pasado conservamos la perfección de nuestro semen original. ¿Es que acaso no todos los rioplatenses masculinos estamos destinados a dejar crecer una leve y estética protuberancia abdominal? ¿Es que acaso no todas las mujeres están destinadas a heredar la magnánima celulitis que supo caracterizar a nuestra bella madre, Evita, en los últimos años de su existencia? ¿Y qué decir de nuestro característico cabello negro o castaño? ¿Y nuestros ojos marrones? No es necesario continuar haciendo énfasis en rasgos biológicos para verificar la hipótesis (aunque debería decir verdad) expresada más arriba. Pasemos entonces a hacer una breve referencia a los factores culturales que nos hacen superiores a los habitantes de regiones nórdicas.
Nada más cercano a un símbolo cultural rioplatense que el choripán, alimento tan nutritivo como peronista, el cual ha sabido ser degustado por los voraces y excelentes paladares peronistas que habitan por estos lares en más de una ocasión, siempre siendo destacado por su sabor y excelencia. Es que es un hecho que al masticar un grasiento chorizo cualquier rioplatense sentirá una inexplicable sensación de felicidad y pertenencia que de inmediato lo situará por encima de cualquier otra nación que pretenda imitarnos en nuestras costumbres. Comparar un choripán con una hamburguesa o un frankfurter es una aberración tal como comparar al General con algún prócer latinoamericano de poca monta. El fútbol es otro ícono cultural que nos define por encima de los demás pueblos, y que también nos hace verificar una vez más que nuestro origen está situado en los anales del esperma del General. ¿Es que acaso nuestra identidad argentouruguaya no se sitúa por encima de las demás si prestamos atención al primer campeón mundial? Varios autores han hecho énfasis en este punto para destacarnos, así que no hay mucho para señalar más que lo que estos veraces libros han sostenido en más de una ocasión.
Son dos los elementos culturales que he desarrollado aquí y pero lejos está esto de ser un libro de cultura para continuar desarrollando este aspecto (al igual que el biológico, tal como fue desarrollado más arriba). Además no es necesario continuar diciendo cosas que son visibles a los ojos de cualquier persona; que los peronistas rioplatenses somos quienes hemos dado lugar a la ocupación del planeta y a la diseminación del ser humano a lo largo y ancho de él parece algo tan obvio y verídico que escribir sobre ello no hace más que repetir cosas que existen ante nuestros ojos.
Esta ha sido una breve reseña explicando el porqué de nuestro orgullo como cultura y por nuestra supremacía en relación a los demás pueblos. Somos ancestros de un falo común, y de un cáliz tan perfecto como el vientre de Evita, una cuestión que se encuentra en un estado tal de veracidad que haría fútil y trivial cualquier intento de verificación a través de esas torpes y estrafalarias herramientas científicas. Somos uno, lo cual es evidente y necesario para el progreso de la humanidad. Respetemos nuestro origen, y despreciemos cualquier otra manifestación cultural que se desprenda de la raíz peronista. ¡Alabemos nuestra barriga y nuestras costumbres tan noblemente ordinarias! ¡Viva la patria! ¡Viva Perón!