sábado, 10 de febrero de 2007

¡Vaya caja de pandora! La apertura es irreversible. La clave de todo fue Enero. Si es que hay claves y si es que hay todos. Uno se envuelve en un sobre de dormir y mira las estrellas. Entonces se da cuenta que el mundo sin BonoVox sería un lugar terrible y oscuro. Cómo en Blade Runner. Un futuro parecidísimo a nuestro presente, pero sin luz. Y lleno de negritos empetrolados, muriendo ahogados en la costa de África. Ahí entendemos, mientras esperamos estrellas fugaces que nunca llegan, que hay personas iluminadas y personas grises. Las personas iluminadas (PI) entienden lo que nadie entiende, ven lo que nadie ve. Cómo Lydia de Parque Batlle. La paciencia de esa mujer es inigualable. Si fuera un empleado público, sería inspector de tránsito. Si fuera una herramienta, sería un martillo. Si fuera una persona, sería Lydia de Parque Batlle. Y es una persona. O al menos tiene un aspecto humaniforme y ligeramente obeso. Lydia, a veces, sale a caminar y bordea la Playa Ramirez, que es el ámbito laboral de Jorje Bressler, su heladero amigo, su heladero de confianza (repítalo con voz de jingle). Lydia nunca le compra helados a Jorje porque la higiene y esas cosas. El macho peronista, en cambio, sí. Le encanta comer cosas en puestitos callejeros. Helados, tortafritas, choripanes.
Al final de la noche, las estrellas fugaces ya no habían aparecido, hacía frio y sólo quedaba resguardarse en las carpas. Pero la caja de pandora estaba abierta. ¡Que Dios nos redima de lo que hemos generado!