domingo, 30 de noviembre de 2008

Huracán Buceo vs. Boston River

Clava los dientes en el pancho y lo muerde irreversiblemente. La furia desatada en cada mordiscón le hace palpitar hasta la médula. El macho se morfa un chopán en la previa al partido entre Boston River y Huracán Buceo. Acá en Uruguay el macho es del “hura”, y “se la banca que el clú haya bajado, porque en la B hay palo y palo; los posta posta juegan en la B, en la A se la comen doblada”.
Traga estrepitosamente el bolo alimenticio consistente en pan blando y pancho amostazado, se limpia la boca con la camisa blanca con rayitas celestes que usa hace quince años. Ya es casi un trapo, pero queda cómoda y no tiene otra; como le dice a la gorda, “es la mejor que tengo”, aunque en realidad es la única. La usa desprendida hasta donde comienza a protuberar la buzarda, y las mangas también van desprendidas, porque es de jetón andar con las mangas abrochadas.
El carné de socio del “hura” tiene una foto suya de hace veinte años. En la foto ya se podía adivinar que veinte años después la cara del macho del buceo iba a evolucionar exactamente de la manera en que lo hizo: canas grises despeinadas y engrasadas, labios carnosos y agrietados, nariz rechoncha y papada forrada de barba de seis días, haciendo juego con los pelos que sobresalen atropelladamente de adentro de las orejas.
Elige el camino de siempre y se sienta en lo que vendría a ser la Olímpica del Parque Huracán. Ve todo el partido y pierde la voz de gritarle al línea. En realidad no pudo ver el partido. Vio al línea.